Hola comañeros. Espero que hayais pasado una buena semana santa y hayais disfrutado de este maravilloso sol que hemos tenido. jejejeje AVENTURAS DE UN CICLISTA 5- FURIA Apostado en el más allá, un paleto me miraba a través de la pared transparente que me separaba del mundo en que siempre todo se movía a diferencia de mi mundo inmóvil y repleto de seres idénticos a mí, en que como mucho, intercambiábamos posiciones de vez en cuando. Lo hacía con la boca abierta, un hilillo de saliva en la comisura de los labios y unos ojos más grandes que mis coronas. Entró, discutió sobre mis pedales que quería con correas en vez de enganches y por fin mi amo, haciendo gala de su altruismo, le convenció en que no hiciera un gasto inútil y salió de mi mundo conmigo y unas zapatillas con enganche, o sea que se ahorró unos -100€. Al principio fue un poco duro, siempre andaba por los suelos hasta que se acostumbró a girar el pie cuando paraba. He de confesar que el paleto, con el tiempo, fue capaz de llevarme con dignidad y poco a poco me hizo conocer parajes bellísimos, subidas imposibles y descenso de infarto. Al final entre nosotros hubo una autentica comunión, una prolongación del uno sobre el otro que hizo que llegara a respetarlo y amarlo como creo que él me ama, como demuestra cuando me saca de mi letargo en salidas que me traen gratos recuerdos. Ahora mis desarrollos ya no suenan como antaño, mis cambios ya no son lo que eran y mi suspensión tampoco está en su mejor momento, pero esto lo debo a que mi paleto al final se comportó como un autentico biker y me exprimió a tope dejándome desfogarme a mi gusto, espero que mi sustituta sea capaz de darle lo que yo le he dado durante estos años de autentica felicidad. 6- EL PATO Apostado en su lugar habitual, justo al final de la barra, El Pato, un singular personaje, al que un perenne cigarrillo soldado a la comisura izquierda de sus labios, había dotado de una cara asimétrica. Con el tiempo, lo que en un principio fue un gesto instintivo de protección al humo, se convirtió en su faz natural, esto unido a que al hombre ya no le quedaban dientes y teniendo en cuenta que ya de por sí la mandíbula inferior le sobresalía, con el tiempo llegó a parecerse al pato Donald guiñando un ojo. Y ya se sabe, si alguien hace un comentario jocoso que a los demás divierte, pues ya lo tenemos bautizado. El Pato tenía un perro al que le faltaban la cuatro patas, lo llevaba en un bolso colgado del hombro de tal manera que el animalito asomaba el hocico por debajo del sobaco del Pato. Seguía todas las conversaciones hasta tal punto que a veces los interlocutores se dirigían a él en vez de a su amo. En cierta ocasión un parroquiano le preguntó: -Cómo se llama. - No tiene nombre. -Pero hombre de Dios!, ponle un nombre al animalico. -Para qué, si lo voy a llamar y no va a venir. Si curioso era ver al enjuto personaje con su bolsito, más curioso era verlo cuando iban a pasear, bueno, cuando lo sacaba a pasear sería lo más correcto. Entonces lo descolgaba del hombro y lo llevaba colgando de la mano, para que el animal estuviera más cerca del suelo. Desde lejos parecía que estuviera regando los árboles con agua imaginaria, al acercarnos, la cosa lejos de mejorar, tomaba matices kafkianos y de surrealismo al estar a su lado. El hombre acercaba el bolso a los árboles siguiendo un metódico movimiento. Primero pasaba pausadamente el bolso cerca del tronco deteniéndose levemente para que el animal olisqueara, cuando había cruzado el tronco, giraba el bolso 180º y volvía, esta vez giraba lateralmente un poquito el bolso y volvía a repetir la operación en sentido contrario, pero esta vez hacía que la titolina del animal rozara el troco. Era la señal que el animal estaba esperando para desahogarse. Para llegar a este punto, el Pato estuvo mucho tiempo observando los perros del barrio, hasta que consiguió imitar milimétricamente sus movimientos. Con las heces la cosa no fue tan sencilla, la observación no solucionó nada, es más, en el barrio empezaba a haber ciertas habladurías sobre las posibles tendencias zoofílicas del Pato al verlo observar los chuchos en esos momentos tan íntimos, por lo que no quedó más remedio que desarrollar un lenguaje propio que les permitiera hacer sus vidas algo más llevaderas. Llegó hasta tal punto el nivel de comunicación entre el animal y el Pato que se diría que los dos eran uno y si mucho me apuras, no sabría decir quién gobernaba a quien. Cuando llegué a la posada eran la ocho o asín, en el fondo de la barra estaba el Romero. Por lo menos hacía diez años… o menos, que no lo veía. Estaba con una pava que le levantaba la pixa a un muerto, unas ancas de cudiao, pantalones bajos enseñando el tirachinas, unos melones reventones y más duros que los puños del Guti. Vamos, que me la habría comio hasta las uñas. Se conoce que aquel día el Pato estaba de mala leche, por no sé qué historias de que el animalico se iba de vareta en to los laos y el hombre llevaba toa la noche en vela limpiando y cambiando unos pañales que le había governao, atendiendo a lo único que le quedaba ya en este barrio. Si de por sí era de los que se curan el hipo mirándose al espejo, aquel día al mirarse lo hubiera roto directamente, estaba más feo que de normal. Al entrar, vio al Romero en su lao de la barra. El sitio se lo había hecho suyo a fuerza de asistencia y cuando veía que alguien se lo había levantao, se le giraba la pinza sin llegar nunca la sangre al río. Pero esa noche, por lo que había pasao el hombre, no estaba dispuesto a ceder, cogió un botellín y le metió en to el tarro. Cayó al suelo como un saco de algarrobas y le hizo un tajo ende la coronilla al pescuezo. Me fui pal Pato y le metí un meco en toa la jeta que se la puse derecha. Mira nen, el Pato salió disparao contra la barra, se metió con la barvilla en el canto con tanta fuerza que la cara se le volvió a poner torcia. Del ostión que se metió, el animalico le salió disparao contra la estufa de leña y como no podía escapar del fuego le daba bocaos al suelo y culebreaba hasta que pudo escapar con to el culo chamuscao. Con el tiempo, me devolvió el favor. Yo que trapixeaba con la perica que me fiaba el Guti y que empezó siendo un bisnis de *******, al final el bisnis, acabó en mi tocha. Entonces cuando estaba en las últimas, el Romero habló con el Guti cuando estaba a punto de darme matarile, para que le pudiera devolverle la guita poco a poco y me dijo de un curro en la obra. Ende entonces cambié el “vici”, que dicen por aquí, por la bici.
Holas!, disculpen que pregunte... intente buscar mas atras pero no logré encontrar... que paso con &re? alguien sabe algo? Slds.
Hola a tod@s, Os adjunto un relato del Festibike 2010 que publique el 21/09/2010 13:51, en http://www.foromtb.com/showthread.php?650581-Festibike-2010-Historia-de-una-maraton-...-sin-acritud Espero que os guste y un abrazo a tod@s: Festibike 2010 - Historia de una maraton ... sin acritud Ante todo quiero indicar que todo lo que se describe aquí es completamente cierto, aunque a veces pueda parecer que se le haya podido dar un toque de ficción. Amanece en Las Rozas. Si, hoy es el gran día, nos hemos apuntado a la Maratón del Festibike 2010, ni mas ni menos que 74 Km. (he de decir que al principio tenia la mosca detras de la oreja, ya que todo el mundo te hablaba: - ¿Y tu cual has cogido, la larga o la corta? - Yo la corta - Ahh!!, pues yo sinceramente prefiero la larga Esto me llevo a pensar en que había algún tema de componente sexual, y que a ver si me estaba metiendo en un jardín peligroso que ingenuidad la mía ). Todo preparado, la ropa, los guantes, el casco, la bici impecable . Me falta meter en la mochila todos los artículos de primera necesidad para una marcha de estas características: la bebida, los geles, las herramientas, el tronchacadenas, impermeable, cámara de fotos, cámara de video, uhmmm, ah si!! unos pañuelos y los móviles por si acaso me llevare el cargador (fíjate tu que decisión cuando menos curiosa, para que quiero un cargador de móvil en una Maratón de MTB .) y he aquí que agarro la mochila y . ¿pero que llevo aquí dentro? ¿¿¿Piedras??? no había quien la levantara, por lo cual la abrí y mire a ver si por despiste habría metido la maquina de coser o la bombona de butano, que después de lo del cargador de móvil no hubiera sido de extrañar. Antes de salir aproveche para ultimar la configuración y uso del último juguete que me he comprado, la cámara GoPro. Con toda la ilusión la instalo en el casco y me lo pongo . Bueno, al mirarme en el espejo se me vino el mundo encima parecía Tynky Winky, si, si, ese, el de los Teletubies que poco glamour. Todo sea por dejar constancia de nuestras hazañas con documentos gráficos para las próximas generaciones. Ya con todo comprobado y revisado, fui a despertar a mi Genius, la mire y vi en el dorsal el numero que me había correspondido, el 460, numero mágico donde los haya vamos eso pensaba yo, que me daría suerte, cual fue mi sorpresa horas después al ver el curso de los acontecimientos. Partimos hacia el recinto ferial donde me esperaban mis dos compañeros de fatigas, Julio y Sito. Al llegar estaban ya allí esperando, haciendo estiramientos y esas cosillas. Nos pusimos a comentar animadamente todos los pormenores de la etapa, nuestras nuevas adquisiciones, componentes de nuestras maquinas parecíamos niños ilusionados y nerviosos en su primera excursión (que canelos ). Según se acercaba a la hora de la verdad, los nervios iban aflorando. Nos situamos en el recinto de salida a la espera del gran momento. Ya cuando faltaban escasos instantes hice un apunte a mis compañeros: - Hombre yo llevo bastantes cosas en la mochila para intentar solventar los imprevistos vaya si llevaba pero no llevo cámara por si pincho, como llevo tubeless y el liquidito de marras, espero que no lo necesite mira tu, con todo lo que había en la jodia mochila, no había cámara de repuesto-. A lo que Julio respondió con un aplomo que quitaba el hipo: - Rafita, no te preocupes, yo si llevo cámara, y Sito y yo no te vamos a dejar solo . Pues bien, esta orgía de compañerismo y camaradería les duro exactamente 50 metros. Salieron como almas que lleva el diablo y no les volví a ver hasta la meta, 5 horas y media después, !!!La madre que los parió!!! haciendo piña. Los primeros kilómetros discurrieron sin novedad. Claro, que era todo en bajada. Yo iba encantado, disfrutando de mi reciente niña, mi Genius y maravillándome de su capacidad para absorber las irregularidades del terreno (claro, que eso no sirve de nada en las subidas, ya me daría cuenta en breve, vaya que si me di ). No lo he dicho anteriormente, yo soy más de bajar, endurero, pero eso no es excusa. Llegamos a Río Chico, y empezó la ascensión. La primera rampa bien, hasta que al doblar la primera curva hacia la izquierda vi la magnitud de lo que me esperaba por delante. ¿¿¿Pero quien **** ha traído el Mortirolo aquí a Las Rozas???, ¿¿¿Han abierto una sucursal de los Alpes??? ... Pues nadie me había dicho nada .. En ese momento me acorde con gran efusividad de la madre del ingeniero de caminos que había diseñado la ruta. Es que este hombre no sabe que también se puede ir por un sitio llano. Seguro que tiene un trauma infantil de cuando le pegaban en el cole y le quitaban el bocadillo, y ahora de mayor se ha propuesto putearnos a todos. Pues desde luego conmigo la ha conseguido. Me conciencie que había que llegar arriba como fuera. Mi ego me lo pedía a gritos. Claro que una cosa es pedir y otra es dar. Hice de tripas corazón y enfile para arriba. Un infierno. Cuando calculaba que debía estar muy cerca del final (he de decir que el cálculo era completamente erróneo) pregunte a un compañero de ruta si ya estábamos cerca del final, a lo que puso una mueca con una sonrisa de maldad y dijo: - Ya solo quedan 3 rampitas. Yo mire hacia donde me señalaba y dije: - ¿¿¿Tres queeee???, no jodas, ¡¡¡si han traído el Tourmalet a plazos!!! . A lo cual se encogió de hombros y continúo su ascensión. Yo eche pie a tierra y me propuse subirlo de paseo mirando el paisaje. La verdad es que me recupere un poco, pero iba comentando en alto a los compañeros de ruta: - Manda *******, comprarme una bici de 3000 euros para hacer senderismo. Hay que joderse! En vista que ahora si intuía que estaba cerca el final volví a intentar dar pedales. Pocas veces en mi vida lo he pasado peor. Porque no tenía cobertura en el móvil, porque si no hubiera llamado a Tele Ataúd, para que me tuvieran preparado uno apañadito en la cima del puerto. Según dicen, cuando tienes una experiencia cercana a la muerte, sientes como si salieras de tu cuerpo y ves todo negro y un largo túnel con una luz brillante y muy agradable al final. Pues yo lo vi. Había una voz profunda y calida que me llamaba: Rafa, ven hacia mí sin miedo y fui. Creo que el de la voz era Dios, aunque no me hagáis mucho caso porque soy fatal para los nombres me suelo quedar con las caras Cuando me acerque a su lado me dijo: - Lo siento, pero no ha llegado tu hora, debes volver . A lo que le respondí: - ¿¿¿Volver??? Venga no me fastidies, de aquí no me mueven. Haberlo pensado antes Al final en un tira y afloja, y no sin una fuerte dosis de cabreo por mi parte, volví sobre la bici. Corone el puerto, ... calculo que tendría unas 3000 pulsaciones mas o menos. Un drama Había comenzado la ascensión como los de Carros de Fuego y había terminado como Manolo Escobar, sin el carro y con fuego por todo el cuerpo (Leo Harlem, que grande eres!!!). Los siguientes kilómetros transcurrieron sin incidentes dignos de mención, con un terreno más acorde a mi forma de entender el ciclismo. Aproveche para recuperarme y llenar de nuevo el depósito de la moral, que estaba totalmente en reserva. Ayudo también la llegada al primer avituallamiento. Reponer fuerzas y continuar. Pero fue exactamente en el kilómetro 23 cuando tuvo lugar un acontecimiento que dejo huella en las gentes del lugar. Ya estando más animado y con un terreno que comenzaba a descender (de los que me gustan), me emocione. Si, vi un badén y dije a saltar. El primer salto impresionante y perfecto. Curva a izquierdas y otro badén pero mas grande. Dije a saltar. Y salte. Cuando iba por el aire me di cuenta que algo no andaba bien. La zona de aterrizaje no era la correcta. La colisión con la valla del camino fue inevitable. Me pegue un ostión con una clase, corrección y estilo como pocos profesionales. No me mate de milagro!!. Cuando conseguí abrir los ojos, paso por el camino una chiquita en su bici y pregunto: - ¿Te has caído? Yo en ese momento me mordí la lengua y evite contestarle con el exabrupto que merecía, y solo dije: - Tu que crees. A lo que me respondió: - Ya me parecía a mi Tuvo mucha suerte que yo aun no sabia si me había roto algo y no estaba en condiciones de saltar sobre ella como un guepardo y agarrarla del cuello con mucho cariño Yo sabía que la bofetada había sido impresionante, tengo un sexto sentido para notar esas cosas, pero me lo confirmo cuando me levante y vi a las ovejas que había al otro lado de la valla aplaudirme. Si, ... les encanto Probablemente en un futuro hagan coplillas y cantos populares rememorando este piñazo Una vez hecho el inventario de los daños: - Contusión mano derecha - Hematoma antebrazo derecho - Hematoma y herida zona intercostal derecha - Hematoma y contusión cara anterior del muslo izquierdo - Contusión rodilla derecha - Contusión y hematoma hombro derecho vamos, un cromo . Después de recuperarme durante una media hora, continué la marcha, intentando disfrutar de las bajadas que se presentaron en la ruta, e intentando sufrir lo menos posible en las consiguientes subidas. En uno de los poquísimos tramos llanos (ya sabéis, por la obsesión del desgraciado del ingeniero de caminos con el trauma infantil) me encontré con una chiquilla que venia en dirección contraria en la ruta. Se la veía con cara de despiste y preocupada. Se paro a mi lado y me dijo: - Oye, perdona, tu sabes por donde tengo que ir para llegar al Festibike??? A la salida . Le respondí: - Mira, ves este camino, pues síguelo, luego ves allí a lo lejos que sube toda es trialera, pues sigues y la subes, sigues hacia la derecha como 10 kilómetros, con lo que estarás cerca de Colmenarejo, y solo tienes que coger y bajar el puerto de Río Chico, o sea hacer la ruta al revés y después ya desde el puente subir a Las Rozas. A lo que me dice: - Ahhh!!, ¿¿¿pero no estamos en Las Rozas??? ¿¿¿Esas casas de allí no son Las Rozas??? Me quedo mirándola estupefacto: - No, no son Las Rozas, eso es Villanueva del Pardillo ¡¡¡Cielo santo!!!, que poder de orientación tiene esta mujer para Boy Scout no tendría precio!!!!!. Total, que la dije que lo mejor era bordear el río y llegar al destino. Que yo iba para allá. Así discurrió el resto de la ruta hasta la meta, donde me embargo la emoción al pasar por debajo del arco y gritar en mi interior ¡¡¡¡ LO CONSEGUI !!!!. Estaba feliz por este pensamiento. Bueno también porque sabia que en breve me iba a reencontrar con esos grandes compañeros que son Julio y Sito, y así podría cogerles y meterles un par de patadas en la espinilla (con mucho cariño, eso si) a cada uno por su gran espíritu de equipo. Me dejo muchas cosas en el tintero, que poco a poco iré rememorando pero me quedo con le buen sabor de boca de haberlo conseguido, de haber compartido un día precioso con compañeros de afición como fueron los mas de 3000 bikers que estuvimos allí y sobre todo por poder compartir esta experiencia con quien quiera leer estas líneas y pueda robarle una sonrisa Un abrazo para todos y deseando que llegue el próximo año para vivir nuevas anécdotas y experiencias Hasta la próxima, amigos, Rafa
Muy bueno Rafa. Que delicia, tenía "mono" de un relato. Pensaba que ya no entraba nadie en los &re. Ahora a machacar caminos y en invierno, si no os importa, os acabaré de contar cómo acaban las AVENTURAS DE UN CICLISTA Salut
ja...ja.... nunca me había parado a ver este hilo, pero ahora que lo he visto y me he reido un rato grande, lo tengo como favorito para seguirlo. Un saludo
Hay en la vida algunos días que se visten de gris plomizo en los que a duras penas nos atrevemos a levantar la vista del suelo. Hay días en que se rumian frustraciones y nostalgias sin entender por qué. Hay días aciagos en los que la vida parece no levantar el vuelo. Hay incluso ¡ay dolor! días en los que toca trabajar, por alguna triste razón que se nos escapa, y en los que solo nos queda la tristeza de mirar desde dentro de la oficina cómo el sol ilumina la montaña. Durante un momento (demasiado corto, por desgracia) te evades de tu realidad, para disfrutar de la ensoñación pasajera de esos caminos y esos horizontes en los que habita la verdadera vida. Pero, por fortuna, hay momentos que alimentan la ilusión y que inscriben tal o cual lugar en la geografía particular de la felicidad. Todos tenemos -eso os deseo, al menos- momentos en los que el cielo se ilumina y el aire es más puro. Por momentos así la vida vale ser vivida y, aunque nos queramos aferrar a ellos con todas nuestras fuerzas, quedan al poco como instantes fugaces en los que brilló con fuerza nuestra estrella. Por suerte estos instantes permanecen en la memoria y los lugares en los que los vivimos van describiendo una geografía particular de la felicidad. Hace más de veinte años corrí mi primer maratón. En realidad fue el último, ya que aquel momento llegó al final de una época de mi vida. Pero aún hoy no puedo recordar sin emoción cómo recorrí los últimos metros, tras pensar que sería imposible, con los dedos ensangrentados y casi sin aliento. Y un escalofrío me recorre al pensar en el Retiro madrileño que quedó marcado como Norte en mi geografía de la felicidad. Muchos años después me inicié con la bicicleta de montaña. Fue como volver a aprender a caminar: los primeros pasos fueron titubeantes y no tenía la fuerza ni la técnica para hacer recorridos duros, ni soñaba tan siquiera en recorrer alguno de los senderos que pueblan ahora cada una de mis salidas. Pues bien, una mañana de domingo decidí alargar algo el paseo y comencé a subir penosamente una terrible cuesta que no parecía tener fin. Debí parar en ocasiones para recuperar el aliento. Estoy seguro incluso de que caí a plomo cuando, perdido el impulso en alguna de aquellas rampas, intenté colocar el pie en el suelo, justo antes de darme cuenta de que seguía enganchado a los pedales. Pero, de repente, al acabar aquella infinita subida, conseguí llegar a una explanada y creí soñar al ver ante mí todo el azul del mar que se abría al otro lado de la montaña. El sol iluminaba el azul inabarcable y el aire del inicio del verano era transparente. Más tarde aprendí que aquel lugar desde el que dominaba el mar era el Portell de Valldaura. Aquel pasó a ser el Sur en mi geografía de la felicidad y no ha habido hasta ahora Everest más alto, del que pueda sentirme más orgulloso. Como me faltaban dos puntos cardinales los busqué por la Catalunya Nord, por la Mola, por los caminos de Francia y de Navarra, por cada uno de los senderos de Collserola para acabar encontrando mi Oeste particular en un paisaje de tormenta en lo alto del Pla de Beret, donde llegué casi desfallecido tras dos días de debilidad enfermiza en los Pedals de Foc. Allí sufrí, reí, gocé, temblé al escuchar el ruido del trueno en la montaña que había conseguido dominar, o mejor dicho, que me había hecho más suyo. Allí conseguí ir por la vida sin reloj. Hoy era eso pensaba yo- una salida normal entre amigos. Se trataba de enlazar dos conocidos circuitos de descenso con un sendero de pura diversión. Pero, claro, no podía evitar cierta aprensión al oír la palabra descenso y pensar en esa inseguridad que da el reto técnico que le supera a uno. Para acabar de rematarlo, comenté el recorrido con dos amigos que me hablaron de la dureza y la complejidad de lo que me esperaba. Pero pronto, en ese amanecer frío, me di cuenta de que era un día especial, al ver la ilusión y el esmero con los que un grupo de amigos había preparado una salida. Y tres horas más tarde, disipadas todas las dudas, de regreso a la civilización donde nos esperaba un ágape lleno de regocijo, me sentía más guapo, más alto, mejor ciclista y casi mejor persona. Ahora ya no podré pasar cerca de ese puente azul sin recordar esos instantes de felicidad de cielo azul sin nubes en el horizonte, esos momentos en los que podría haber besado a todos y cada uno de los amigos que allí se congregaban. Allí me he sentido feliz, con esa alegría despreocupada del niño que juega sin pensar más que en disfrutar del propio juego. Sí, aquello estaba seguramente al Este, más allá del Edén. Y en mi geografía de la felicidad ya tengo completos los cuatro puntos cardinales: el esfuerzo, la luz, la montaña y la amistad. Y es que, amigos, hay días absolutos en los que TODO, absolutamente TODO, sale bien. PS: No es de mi amigo &re, del que no sé hace un tiempo, pero lo escribí con sentimiento tras una buena salida en diciembre de 2010
Javier, gracias por ese bonito relato. Hacía tiempo que no entraba en el hilo de los &relatos, lástima que dejara de obsequiarnos con ellos. Y ahora gracias a tí por este tan bonito y emotivo. Me alegro de haber compartido contigo alguno de esos momentos de felicidad.