En las montañas de un pequeño pueblo, donde los senderos empinados y las colinas escarpadas eran el paraíso de los ciclistas de montaña, vivía un hombre llamado Juan. Juan era un apasionado de la bicicleta y pasaba sus días explorando los caminos menos transitados de la región. Una tarde, mientras descendía por una empinada ladera, Juan divisó algo que nunca habría imaginado. En medio del bosque, había un objeto extraño y brillante que había caído del cielo. Al acercarse, se dio cuenta de que se trataba de una nave espacial averiada. El extraterrestre a bordo estaba herido y necesitaba ayuda. Juan, con su corazón valiente y su espíritu aventurero, decidió ayudar al extraterrestre a salir de la nave y llevarlo a su refugio en las montañas. Allí, cuidó de sus heridas y lo mantuvo a salvo de la vista de curiosos. Poco a poco, desarrollaron una comunicación rudimentaria y se hicieron amigos. Mientras tanto, en el pueblo cercano, vivía Marta, una mujer que había tenido una vida difícil y se ganaba la vida como prostituta. A pesar de su difícil situación, Marta siempre había soñado con escapar de su pasado y encontrar una vida mejor. Un día, escuchó rumores sobre el extraño incidente en las montañas y decidió investigar por sí misma. Cuando Marta llegó al refugio de Juan, se encontró con el extraterrestre y su nuevo amigo. Aunque al principio estaba asustada, pronto se dio cuenta de que tenían mucho en común: todos anhelaban una vida diferente y estaban dispuestos a ayudarse mutuamente. Juntos, Juan, el extraterrestre y Marta idearon un plan para reparar la nave espacial y permitir que el extraterrestre regresara a su hogar en las estrellas. En el proceso, Marta encontró un propósito más grande que su vida anterior y descubrió su talento para la tecnología. Juan siguió explorando las montañas, pero esta vez con un amigo de otro mundo.
Hace unos años limpié una senda que estaba un poco abandonada, la senda baja por el monte y viene a terminar en la única casa habitada de ese valle, mientras la limpiaba supuse que al dueño de esa casa no le haría gracia que esa senda se recuperase pero tras hablar con gente de la zona descubrí que el monte era del Estado y procedí. Unos días después volví para probarla con la bicicleta, mientras la bajaba a toda ****** me encontré un árbol del diámetro de mi brazo recién talado y atravesado, lo aparté como pude, continué bajando ya mas lento esperando alguna sorpresa más y bingo, en una zona de bosque donde la senda se estrecha y queda el espacio justo para el manillar había una rama que cruzaba la senda por arriba a unos a tres metros del suelo y colgada de esta rama, había una osamenta de cabra muerta formando un pórtico digno de Vikings. Me paré a contemplar la artesanía unos segundos y seguí bajando, al terminar la senda pase por la casa pero no ví a nadie. Ya en el pueblo me informé de quién vivía en la casa, lo vi y le comenté que había limpiado esa senda y que si le importaba que de vez en cuando bajará por allí....me dijo que no, que no había ningún problema, esa misma semana pasé y ya no había cabra.